Como han visto, una de las preguntas que me ha rondado en las últimas entradas es la de Qué necesita una mujer para poder dedicarse a ser escritora.
De manera que he decidido hacerle esa preguna a algunas escritoras latinoamericanas, de mi generación. Empiezo con la colombiana María Innés McCormick, a quien agradezco por la generosidad en su respuesta y también por su tiempo. Si quieren conocer más sobre su obra literaria, pueden expolar su blog.
Para escribir se necesitan muchas ganas. En tener un deseo irresistible por contar una historia que no aguarda esperas. Es algo visceral. Yo siento que se gesta en las tripas y que va creciendo, se va nutriendo hasta que tiene que salir como sea. Ese deseo es tan fuerte que uno escribe sin saber qué va a pasar después con ese texto. La urgencia es parirlo. En ese momento de “alumbramiento” uno no se detiene a pensar si ese manuscrito va a ser leído, si va a ser publicado o si el libro va a venderse. Lo importante es el acto de escribir y plasmar en el papel la historia que llevas dentro.
Creo que escribir es un acto un poco irracional pues todas las condiciones están dadas para impedir que uno se dedique a la escritura: falta de tiempo, falta de dinero, falta de apoyo, falta de reconocimiento, etc. Pero a pesar de todos esos obstáculos, el deseo visceral sigue intacto. Se resiste al olvido. Mientras uno tenga historias que contar, no tiene más remedio que seguir escribiendo. Así uno nunca se vuelva rico ni famoso. Escribir se convierte en una necesidad, igual que comer, dormir o respirar. En mi caso particular, soy periodista y durante años me gané la vida escribiendo en medios de comunicación. Sin embargo, retratar la realidad en un reportaje no era suficiente. Tenía muchas ganas de escribir ficción y explorar la libertad de la literatura, pero me daba miedo lanzarme al ruedo. Sin embargo, el deseo se fue volviendo cada vez más urgente hasta que un día vi una convocatoria para un concurso de literatura y decidí participar. En lugar de ignorar a la vocecita que me alentaba a escribir, preferí escucharla. No me equivoqué. Gané el concurso y eso me dio ánimo para seguir escribiendo.
En cuanto al tema de ser escritora y madre, yo diría que se necesitan varias cosas, pero las resumo en tres: paciencia, flexibilidad y coraje.
Paciencia: como uno ya no es dueño de su tiempo, tiene que aceptar que “su obra” va a desarrollarse a otro ritmo. Lento, pero seguro. No creo que sea el fin de la carrera, pues la maternidad despierta nuevas sensibilidades e inspira nuevas historias, pero sí creo que la interviene. Nada puede ser como antes, porque uno ya no es el mismo de antes. Si la madre tiene ganas viscerales de seguir escribiendo, encontrará el tiempo así sea una vez al mes. Hay que relajarse, ser comprensivo con uno mismo y no ponerse metas absurdas que solo generen frustración. Es entender que el texto que escribíamos antes en una semana, quizás hoy nos demoremos tres meses en terminarlo.
Flexibilidad: A mí me da risa cuando los escritores hombres narran su rutina tipo “me levanto a las cinco de la mañana, escribo hasta las doce, almuerzo, luego leo hasta las seis de la tarde y después salgo a dar un paseo o a tomar un café. Por la noche ceno con amigos, voy a cine o asisto a un concierto”. Una madre escritora también se levanta a las cinco de la mañana, pero a preparar desayunos, alistar a los niños para el colegio, ir a trabajar, llevarlos al médico, hacer mercado, etc, etc etc. Si las madres esperamos a tener todas las condiciones perfectas para escribir jamás lo lograremos. Nos toca ser creativas y recursivas. De ahí la flexibilidad. Escribir en donde se pueda y cuando se pueda. Por ejemplo, yo uso la grabadora del celular para hacer clips de audio con ideas para mis libros. Voy contándome a mí misma de qué va la historia y eso me permite desarrollar la trama mientras hago otras cosas.
Coraje: para defender el oficio de escritora. Cuando una madre deja al cuidado de terceros a su hijo es porque está trabajando para ganar el sustento de la familia. Lo anterior se comprende si eres panadera, gerente, secretaria, peluquera o médica. Pero cuando dices que eres escritora, a muchos les parece que no es razón suficiente para dejar a tu hijo en la guardería o tener niñera. El desconocimiento del proceso creativo y el hecho de que el escritor no tenga un salario mensual fijo, hacen que sea más difícil reivindicar el oficio artístico. Me explico: si tus libros se publican, se venden, si estás traducida, si dictas talleres, si te invitan a ferias y congresos, etc., ahí sí eres percibida como una escritora profesional. Como ese no es el caso de la mayoría de las madres escritoras, cuando sacrificas tiempo con tus hijos por “el arrebato” de escribir, la sociedad te hace sentir que los estás abandonando pues, bajo esa óptica… ¿si no vas a ganar plata ni a obtener reconocimiento público para qué escribes? ¡Mejor, ocúpate de tus hijos!
De manera que he decidido hacerle esa preguna a algunas escritoras latinoamericanas, de mi generación. Empiezo con la colombiana María Innés McCormick, a quien agradezco por la generosidad en su respuesta y también por su tiempo. Si quieren conocer más sobre su obra literaria, pueden expolar su blog.
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María Inés McCormick |
Yo:
Bueno, primeras preguntas (3 en 1): el tema es lo que se necesita para escribir. Las preguntas: qué necesitas para poder escribir, que necesitaste para convertirte en escritora y qué requeriría una mujer para convertirse en escritora.
María Inés:
Para escribir se necesitan muchas ganas. En tener un deseo irresistible por contar una historia que no aguarda esperas. Es algo visceral. Yo siento que se gesta en las tripas y que va creciendo, se va nutriendo hasta que tiene que salir como sea. Ese deseo es tan fuerte que uno escribe sin saber qué va a pasar después con ese texto. La urgencia es parirlo. En ese momento de “alumbramiento” uno no se detiene a pensar si ese manuscrito va a ser leído, si va a ser publicado o si el libro va a venderse. Lo importante es el acto de escribir y plasmar en el papel la historia que llevas dentro. Creo que escribir es un acto un poco irracional pues todas las condiciones están dadas para impedir que uno se dedique a la escritura: falta de tiempo, falta de dinero, falta de apoyo, falta de reconocimiento, etc. Pero a pesar de todos esos obstáculos, el deseo visceral sigue intacto. Se resiste al olvido. Mientras uno tenga historias que contar, no tiene más remedio que seguir escribiendo. Así uno nunca se vuelva rico ni famoso. Escribir se convierte en una necesidad, igual que comer, dormir o respirar. En mi caso particular, soy periodista y durante años me gané la vida escribiendo en medios de comunicación. Sin embargo, retratar la realidad en un reportaje no era suficiente. Tenía muchas ganas de escribir ficción y explorar la libertad de la literatura, pero me daba miedo lanzarme al ruedo. Sin embargo, el deseo se fue volviendo cada vez más urgente hasta que un día vi una convocatoria para un concurso de literatura y decidí participar. En lugar de ignorar a la vocecita que me alentaba a escribir, preferí escucharla. No me equivoqué. Gané el concurso y eso me dio ánimo para seguir escribiendo.
En cuanto al tema de ser escritora y madre, yo diría que se necesitan varias cosas, pero las resumo en tres: paciencia, flexibilidad y coraje.
Paciencia: como uno ya no es dueño de su tiempo, tiene que aceptar que “su obra” va a desarrollarse a otro ritmo. Lento, pero seguro. No creo que sea el fin de la carrera, pues la maternidad despierta nuevas sensibilidades e inspira nuevas historias, pero sí creo que la interviene. Nada puede ser como antes, porque uno ya no es el mismo de antes. Si la madre tiene ganas viscerales de seguir escribiendo, encontrará el tiempo así sea una vez al mes. Hay que relajarse, ser comprensivo con uno mismo y no ponerse metas absurdas que solo generen frustración. Es entender que el texto que escribíamos antes en una semana, quizás hoy nos demoremos tres meses en terminarlo.
Flexibilidad: A mí me da risa cuando los escritores hombres narran su rutina tipo “me levanto a las cinco de la mañana, escribo hasta las doce, almuerzo, luego leo hasta las seis de la tarde y después salgo a dar un paseo o a tomar un café. Por la noche ceno con amigos, voy a cine o asisto a un concierto”. Una madre escritora también se levanta a las cinco de la mañana, pero a preparar desayunos, alistar a los niños para el colegio, ir a trabajar, llevarlos al médico, hacer mercado, etc, etc etc. Si las madres esperamos a tener todas las condiciones perfectas para escribir jamás lo lograremos. Nos toca ser creativas y recursivas. De ahí la flexibilidad. Escribir en donde se pueda y cuando se pueda. Por ejemplo, yo uso la grabadora del celular para hacer clips de audio con ideas para mis libros. Voy contándome a mí misma de qué va la historia y eso me permite desarrollar la trama mientras hago otras cosas.
Coraje: para defender el oficio de escritora. Cuando una madre deja al cuidado de terceros a su hijo es porque está trabajando para ganar el sustento de la familia. Lo anterior se comprende si eres panadera, gerente, secretaria, peluquera o médica. Pero cuando dices que eres escritora, a muchos les parece que no es razón suficiente para dejar a tu hijo en la guardería o tener niñera. El desconocimiento del proceso creativo y el hecho de que el escritor no tenga un salario mensual fijo, hacen que sea más difícil reivindicar el oficio artístico. Me explico: si tus libros se publican, se venden, si estás traducida, si dictas talleres, si te invitan a ferias y congresos, etc., ahí sí eres percibida como una escritora profesional. Como ese no es el caso de la mayoría de las madres escritoras, cuando sacrificas tiempo con tus hijos por “el arrebato” de escribir, la sociedad te hace sentir que los estás abandonando pues, bajo esa óptica… ¿si no vas a ganar plata ni a obtener reconocimiento público para qué escribes? ¡Mejor, ocúpate de tus hijos!
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